Diana Zuleta

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Bio

 

Diana Zuleta es diseñadora, artista y empresaria. Fundó y dirige Pulse, uno de los estudios de diseño más atrevidos de la región, pioneros en diseño de interacción e instalaciones interactivas multi sensoriales desde 2009. En su rol, lidera equipos interdisciplinares de tecnología y diseño para la conceptualización e implementación de ya más de 200 proyectos en America Latina, Caribe, Asia y Medio Oriente entre los que destacan instalaciones de arte público, salas para museos, experiencias para espectáculos, diseño de productos y campañas de comunicación.

Es charlista y tallerista internacional y facilitadora en los temas que le apasionan: diseño y negocios, innovación, co-creación y liderazgo creativo.

@diana_zuleta


 

Sala _temporal

5 de noviembre - 25 de noviembre, 2020

_Había casitas con balcones llenos de flores, rojas. Era un pueblo colonial, como los que visito cuando veo a mi familia en Colombia. Había muchos jardines y las flores eran rojas. Las calles estaban totalmente vacías, sólo estaba yo. _

Así recuerdo que comenzó el sueño más llamativo que tuve en el 2020. Como raro el año, así los sueños. Y este me llamó la atención más que cualquier otro sueño que recuerde. El sueño es uno de esos temas que apasionan, a mí me apasionan. En algún momento en la Universidad escribí una tesina al respecto. No me acuerdo qué decía. El caso es que este sueño en particular me robó la atención por varios días y necesité contarlo varias veces.

Las calles estaban totalmente vacías. Sólo estaba yo. Y un tigre, que apareció desde mi derecha sobre una gran avenida. Caminaba muy despacio y firme, patas enormes sobre el asfalto de la calle. No se veía enojado.

Pero era un tigre. Yo me agaché en la esquina en la que estaba, agarrada de un portón. La sensación era de total incredulidad de ver lo que estaba pasando

Apareció, detrás del tigre, un gallo, caminando como caminan los gallos: orgullosos, algo cómicos. Este tenía buen plumaje y actitud. ¿Por qué no se lo come?, fue lo primero que me pasó por la “cabeza” en el sueño. Y me di cuenta de que el gallo caminaba en el aire, no sé, a un metro del suelo.

Era inaccesible.

Me escondí al fondo de lo que creo que era una cafetería. Estaba vacía y con las sillas sobre las mesas, evidentemente cerrada o abandonada. Obviamente estaba asustada.

El tigre entró, me vio en la esquina. Se acercó, se detuvo a verme. Y se fue.

Del tigre y el gallo leí bastante y saqué mis conclusiones. Desde lo que hablan esos sitios web que descifran sueños, la mitología China, el psicoanálisis, la semiótica, en fin. Me quedé con lo que más me hizo sentido. Durante el tiempo tan abstracto de 2020, me he sentido muy gallo, muy tigre y muy presa de ambos, dependiendo del día. Al final todas estas interpretaciones -creo- son una excusa para la introspección, para los mensajes y las decisiones que toca tomar.

Este sueño me enamoró y me movió en otras excusas también. Como pintar.

Me desconecté de mi lado plástico hace muchos años, por diferentes razones, hasta convencerme de mi ineptitud. La última vez que pinté un mural fue en el año 2001. Poco a poco, en los años más recientes me he dejado dibujar sin juicio, en privado. Así que atreverme a entrar a la salita temporal es el atrevimiento plástico personal más grande que he hecho en casi hiceaños. La intención es ninguna más que fluir con lo que vaya sucediendo. Entro con la claridad del tigre y el gallo,boceto básico, 5 colores y la voz del juicio muy activada. Y por una vez, con el objetivo de no tener un objetivo más que ser y dejarm:e hacer en un momento de mi vida lleno de confusión y claridad, en un momento del mundo tan su/rreal como un sueño.

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