Alejandro Cruz

-385 a 0: Cuarto sin piso / -386 a -340: Sala _temporal

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Bio

 

Alejandro Cruz se acerca al arte a través de la fotografía de 35mm. Posteriormente, una serie de eventos lo llevan hacia la rama del Grabado en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Costa Rica, donde la mayor parte de su producción se enfoca en pequeñas series y en impresiones no seriadas. Ha trabajado como diseñador gráfico independiente y en los últimos años ha desarrollado proyectos de material tipográfico, diseño de producto, video y música.

@alienatoncruz


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Sala _temporal

9 de julio - 24 de agosto, 2020

 

Cuestionario Sala _temporal, completado por Alejandro Cruz

1) Defina tiempo en 1 palabra.

Impermanente.

2) Defina tiempo en 1 dibujo o imagen o video o ______.

(Movimiento) Tal vez utilizaría alguno de los videos de stop motion donde se ve esa relación de lento y rápido. Un segmento de eso.

3) Qué papel juega –o no juega– el tiempo en el proyecto a desarrollar/desarrollado en Sala _temporal.

Tener en constante presencia el paso del tiempo empuja cualquier dinámica dentro de ese espacio hacia la adaptación de todo lo que se busca o pretende a las barreras y limitaciones de ese espacio-tiempo. Y sin embargo, ahí dentro, lo que sucede se dilata, hasta alcanzar una permanencia dentro del registro documentado, y en los resultados, ya sean de proceso o de producto final.

 

 4) Qué papel y/o impacto tendrá/tiene/tuvo la no privacidad de la Sala _temporal en su propuesta o en el desarrollo de esta.

La no privacidad en mi caso no fue un factor determinante, ni particularmente percibido. Gran parte del tiempo que estuve ahí trabajando me encontraba espaciado del resto de habitantes o pasantes. Me sentía más bien aislado o "enmarcado", y cómodo en esa peculiar soledad donde podía ser visto, lo cual fue inesperado para mi; el no estar incómodo sabiendo que podía ser visto.

5) Cómo evolucionó o cómo se vio afectada/influenciada su propuesta y/o su práctica por las características (físicas, geográficas, espaciales, humanas, conceptuales o de cualquier índole) de _temporal y/o de la Sala _temporal.

Fue una especie de rutina que inició con un calentamiento, y que poco a poco me llevó a retomar un camino que recién asomaba sus intenciones hace unos 5 años, previos a la preparación para una exposición individual. No tenía rumbo predeterminado, sino más bien una metodología de trabajo para autogenerar contenido que pudiera o no utilizar en alguna serie, o en algún trabajo "más acabado". Sin embargo, el proceso también contempla algunos de los "bocetos" generados como obras completas acabadas.

Así pues, fui transitando de la información que iba recopilando con mi método, los recortes, los collages, las fotos y los dibujos... hacia una experimentación que incluía texturas, retomando también el collage en la impresión a partir de segmentos de distintas matrices; que a su vez, algunas, volvieron a pasar por un estado de transformación mientras la experimentación avanzaba.

Desde mi experiencia, todo en el contexto de _temporal fue parte del trabajo. El espacio y sus características, la ubicación de la casa (cerca de mi casa, importantísimo), la posibilidad y tranquilidad de trabajar a "deshoras" cuando no había nadie. Y a la vez estar en un espacio con otros artistas trabajando en sus proyectos. ¡Es una energía importante!


 

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Notas sobre la residencia de Alejandro Cruz, por Juliette Fonseca

9 de julio 2020

Estamos en la Sala _temporal: el piso gris, el cielo raso gris, las paredes blancas, las luces fluorescentes también. Un ancho marco de madera sin pintar separa el adentro de la Sala del adentro de _temporal.

Luciano y Ale ensamblaron una mesa a partir de una antigua puerta de esta casa y dos burras de madera construidas por Tony. Tres sillas rodean la mesa. Sobra una silla está sentado Ale, directamente en frente de una cámara que está haciendo la labor de timelapsear el momento. Cada cierto tiempo se escucha el clack del obturador. La cámara es de Luciano, quien está sentado diagonal a Ale. Yo estoy sentada al otro diagonal. Juan deambula por la casa tomando fotos, personas de Obra Gris a veces pasan por el pasillo. Es el día de seiscientos casos por primera vez. Casi todos adentro o afuera con careta, mascarilla, doble mascarilla.

Ale usa una mascarilla gris (“es para cuidarlos a ustedes”) y una camisa verde que tiene un dibujo de alguna de las 300 figuras que conforman las líneas de Nazca en Perú. Toma sorbos de un vasito blanco que contiene ron. Los demás tomamos sorbos de vasitos blancos que contienen tequila.

Aquí adentro es imposible no sentirse (o sentirme) como una figura de los ensambles de Luciano. La sensación me recuerda a Metadata, la expo individual de Luciano en el Museo de Arte Costarricense, donde entre más navegaba la muestra más titereteada me sentía. No ayuda que al inicio de esta conversación Luciano reitera su objetivo de que el registro de lo que pase en la Sala _temporal se convierta en una obra.

La conversación es casual. Se habla obviamente del virus, de sus consecuencias sobre el sistema de salud, los estilos de vida, la economía. Luciano introduce a Ale al proyecto, expresa la intención de aprovechar la Sala durante el tiempo que le queda a la casa aunque no se puedan organizar eventos en formato tradicional. Nos cuenta que cuando estaba dirigiendo Equilátero, la energía se volcaba en organizar muestras, invitar al público y demás, pero que “al sacar al público de la ecuación, podemos hacer que pasen cosas con el fin de que sucedan y de que eso quede registrado”. 

Se habla de que la residencia de Ale acaba un día antes del primer aniversario de _temporal [su estadía posteriormente se alarga]; se habla de relojes de arena, de relojes de agua o “clepsidras”, que son los que usaban los egipcios en la noche cuando los relojes de sol no funcionaban.

Ale dice que aunque no tiene totalmente definido lo que va a hacer durante su residencia, sus intereses giran en torno al tiempo “porque es _temporal y porque es el 2020, porque soy el cuarto residente y cumplo el cuatro de febrero, porque son 3 semanas y cumplí 37, porque a cada rato veo la hora y me salen los mismos números…”. Agrega que quiere desarrollar una metodología de trabajo que le permita involucrar sus diversas prácticas: desde el dibujo, el collage y el grabado, hasta la música y el tai chi.

“Ale está haciendo estos videos”, señala Luciano, “de él moviéndose súper lento, súper súper lento”. 

“Yo entreno tai chi y kung-fu”, aclara Ale.

Vemos el video al que se está refiriendo Luciano. Es un timelapse de Ale haciendo tai chi en una habitación oscura y pequeña. Ale menciona que lleva doce años de entrenar kung-fu y que a lo largo del tiempo también ha practicado tai chi como complemento a su entrenamiento; dice que con el paso del tiempo ha incorporado más y más el tai chi, pero que “curiosamente, encuentro al tai chi más difícil de comprender que al kung-fu”.

“¿Cómo se relaciona el tai chi con su interés en el tiempo?”, pregunto yo que no sé nada de la práctica excepto que parece ser supremamente lenta [posteriormente Ale aclara que el tai chi no es supremamente lento, que para el timelapse él exageró la lentitud de los movimientos “para generar un efecto”].

“El tai chi y el kung fu son ejercicios de meditación en movimiento. Son momentos para respirar, estar, limpiar la mente,” responde Ale. “No se trata de generar un concepto directo entre tai chi y el tiempo, sino una relación; el video es un ejercicio de tiempo: estás viendo algo que está pasando en un lapso de tiempo muy largo, pero parece que está sucediendo a velocidad normal”.

Este es el primer día de Ale en la sala.

Ale es amistoso y expresivo, tiene un entusiasmo contagioso pero a la vez transmite una no urgencia que tranquiliza.

Luciano y Ale son amigos desde la adolescencia, diez minutos después de la conversación los veo jugando ping pong en el jardín.

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 14 de julio 2020

Dice el Internet que se escribe t’ai chi, no tai chi, que se pronuncia tai jee, no tai chi.

Ale grabó un timelapse de él haciendo t’ai chi en la Sala _temporal. Hay un choque, me dice mi percepción mientras ve el video, entre Ale haciendo estos movimientos lentos y milenarios, y lo que se ve en el fondo: un escritorio, una mesa, chunches. El choque es el distanciamiento que construimos entre las cosas que somos: esto va en zona verde y esto en oficina; esto va en sábado y esto en martes. El choque es el juicio que genera ese distanciamiento.

Me pasó lo mismo cuando vi el primer video de Ale en la habitación oscura. Mientras lo veía me preguntaba cómo hacía para hacer algo así ahí, rodeado de chunches cotidianos; que si no debería estar rodeado de velas, incienso, ropa de seda, tambores, campanas, monjes, pinos…Y sin embargo ahí está Ale en los dos videos, independizando al cuerpo de su entorno, o diciéndome con su práctica que son lo mismo.

¿Qué va a hacer Ale? ¿Cómo se combinan el grabado, el dibujo, las letras rojas, el collage, un cutter, dos lupas, un teclado (de música, no de computadora) y el t’ai chi? No que tengan que combinarse, pero si todo está pasando en un solo lugar, especialmente en un lugar que mide 8 m², ¿qué más puede pasar?

Entro a la sala cuando Ale no está porque es permitido porque no tiene puerta. Permanezco de pie, observo el escritorio, la silla, los chunches. Mi mente siente a Ale en la silla y lo visualiza jorobado sobre una de sus lupas…¿viendo qué? Se lo imagina entonces ojeando el diccionario gigante, el único libro que hay en el espacio…¿buscando qué? Luego, algo (¿qué?) lo lleva a encender el teclado…¿a tocar qué?

Afuera el temporizador resta segundos, minutos, horas y días; vamos por los trescientos. Sobre la mesa hay dibujos de relojes, también un recorte de un dibujo en lápiz de un adulto mayor vestido con saco. El señor está ahora pegado sobre un papel blanco y apoya su cuerpo sobre otra forma que también se recortó de otro lugar y se pegó sobre este papel blanco, la forma parece ser una roca, parece estar hecha de plástico adhesivo o algo que brilla como plástico. El hombre se ve relajado, está fumando un cigarro; él y la roca están flotando en la nada, igual que todos, solo que él está descalzo, igual que algunos.

Hace dos años conocí a Ale en un espacio de artistas ubicado en este mismo barrio. Casi nunca lo vi ahí, casi nunca hablamos; más que a Ale recuerdo a sus grabados. Eran suaves, de colores y texturas suaves. Los recuerdo porque tenían una gentileza que siempre me permitía descansar.

Eso del descanso no lo supe en el momento, hasta ahora es que me doy cuenta de que durante momentos de ruido y tumulto en ese espacio, mis ojos se refugiaron más de una vez ahí. Tal vez los busqué porque no tenían nada que decirme con urgencia, o porque no me estaban obligando a interpretar, o porque cargaban una ausencia de mensaje –un silencio–, y esa ausencia era el mensaje y ese mensaje me permitía descansar.

Se me hace difícil ponerlo en palabras. En algún momento relativamente reciente escuché o leí o soñé a alguien decir que si usted es buena escritora debería ser capaz de poner cualquier cosa en palabras. No me apego a ese tipo de sentencias, pero creo que una más humilde y más humana intención para muchas prácticas podría ser descubrir y acercarse a lo no descriptible, buscar llevarse a uno y al otro adonde falla la expresión, adonde son otras partes de uno las que perciben y comunican. Algo en los grabados de Ale, en como los conservo en mi memoria, y algo en esos timelapse de él haciendo t’ai chi en habitaciones mal iluminadas, me acercan a ese lugar.